Café Filosófico en Vélez-Málaga 12.3
16 de diciembre de 2021, El Pianista del Carmen, 17:30 horas
No hay más que un problema filosófico verdaderamente
serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena
vivirla es responder a la pregunta fundamental de la
filosofía.
Albert Camus, El mito de Sísifo
¿Es evitable el suicidio?
Que el ser humano es un animal de costumbres, ya es sabido. Incluso, decía Aristóteles, que sólo se puede
juzgar de nosotros aquello que solemos hacer o costumbre (“ethos”), si es buena o mala, y de ahí viene el
término “ética”. No aquello que hacemos una vez dada, pues esto no constituye ni vicio ni virtud. Pues
bien, quizás el cambio precipitado de fecha de nuestro encuentro filosófico pudiera explicar el descenso
tan acusado de participantes. Pero, un encuentro es siempre inesperado y fortuito, de ahí su grandeza y su
vitalidad. Por eso nos atrae tanto esta sorpresa de lo impredecible. Ni sabemos quiénes asistirán, ni
sabemos de qué se tratará, ni sabemos nada de su transcurso ni de su desenlace. Esto es la auténtica
novela, no escrita, de la vida. Fue un café filosófico misceláneo, en otro de los variados espacios que nos
proporciona, amablemente, el establecimiento de El Pianista del Carmen.
Después de pasar rápidamente por los previos acostumbrados, el conductor del encuentro quiere
comenzar, aquella tarde ventosa, por un “fragmento vertical” del poeta argentino Roberto Juarroz:
Pensar entre dos, como si hacer el pensamiento fuera igual a hacer el amor. No me digan que no da que
pensar. Y lo más importante para nosotros, casa de una manera formidable con la finalidad de nuestra
reunión: venimos a pensar juntos, y no entre dos, sino entre muchos. Y esto ya es una orgía de amor:
encuentro, comprensión, cuidado, descubrimiento… conjuntos. Para profundizar, se propuso a los
participantes que igualaran el “pensar juntos” a lo más significativo para ellos. ¿Qué significa, para ti,
pensar juntos? Escucha activa y no pasiva, la alegría y la plenitud del encuentro, el enriquecimiento
mutuo (uno solo es más pobre), el consenso como punto de partida común (¿por qué no tendría que
haberlo luego?), la receptividad, la apertura, el compartir ideas y modos de vida (que es inseparable, lo
uno de lo otro). ¿Y qué más? Pensar juntos es el ser de un encuentro filosófico como el nuestro. Pensar
juntos, pensamiento y emoción unidos, dar y recibir, entrega. Pensar juntos, ¡qué bien sabemos cuando
esto nace ya (y continúa) muerto! ¡Y sucede tantas veces!
El suicidio, la discapacidad… ambos temas hubo que tratarlos, era necesario. No es posible, a través de
este diálogo, saber cómo se siente una persona con una determinada discapacidad, necesitaríamos su
testimonio, pues no podemos pensar por él o por ella. Pero todos nos sentimos, o nos hemos sentido,
limitados en alguna faceta, en algún aspecto de nuestra vida. “¿Cómo te sientes, tú, en esas ocasiones?”,
pregunta el moderador a la persona que acababa de plantear la cuestión. “Siento frustración”. “¿Por qué?”,
vuelve a preguntarse en la sala. “Cuando me comparo con los demás…”. “Es posible que, entonces, ahí
esté la clave”, añade el moderador. Porque nuestro encuentro también es terapéutico, todo grupo lo es, si
se orienta su trabajo hacia el bien y la verdad. Y hablaron del origen de muchos sufrimientos que
padecemos por dentro, en solitario. Y que, en su lugar, sería preferible la comparación con uno mismo y
la acción por un mismo, considerar el lugar desde el que hemos partido, no sólo a dónde hemos llegado,
cada uno. También, hablaron de la importancia de la aceptación. Cualquier cambio requiere de su
concurso. En las escuelas antiguas de filosofía ya lo sabían; nosotros empezamos a recordarlo, nos hace
falta. El ser es y el no-ser no es (Parménides). Comencemos por apreciar esto, su sencillez y su eficacia,
en relación a cualquier problema en nuestra vida. Sin aceptación, no es posible caminar de otra manera,
por un territorio nuevo, sembrado de agradables plantas aromáticas.
Tras este excurso, el diálogo retomó la temática más solicitada, el suicidio. ¿Se puede evitar? ¿Hablar de
ello es mejor o es peor? ¿Cuál debe ser el papel de los medios de comunicación en relación a este
delicado tema? ¿Puede darse un efecto llamada? Quedó claro, durante la discusión, que prevenir los
suicidios (primera causa de muerte no natural en España, y que ha aumentado en este tiempo de
pandemia) implica atender a las causas. Y, posiblemente, no es que la persona no quiera seguir viviendo,
sino que no quiere seguir viviendo de la manera en lo está haciendo. Entonces, no se trata de ocultarlo
(bastante tiempo ya es tabú), sino cómo ha de ser la comunicación sobre este tema, que pende de un
finísimo hilo. Es fundamental promover un ambiente familiar, social, educativo, sanitario, en que sea
posible que la persona, que lo está pasando mal, pueda expresarse, pueda ser comprendida y pueda ser
acompañada (entendiendo y no juzgando). Y esto es labor de todos nosotros. Permitirnos que ningún
estado de ánimo sea extraño, sino una parte natural de nuestra humana humanidad. Ellas y ellos lo
dijeron.
Y sin embargo, ¿el suicido puede ser una opción, ante la que nada haya que hacer o decir? La discusión
trazó un rumbo nuevo en la discusión, después de esta pregunta del moderador. Pues se encauzaba hacia
diferentes tipos de suicidio. Por ejemplo, el suicidio voluntario y el suicidio forzado. ¿Es posible hablar de
suicidio voluntario? El hecho es que, al parecer, ha habido este tipo de suicidios, continúa habiéndolos.
En ocasiones, los consideramos muertes heroicas, trágicas, sacrificiales, testimoniales, hasta convertir el
suicidio, incluso, en pena capital… Todos podemos pensar en bastantes casos a lo largo de la historia.
Incluso, podemos aceptar el suicido, en algunas situaciones, como una forma de eutanasia. Pero, claro, lo
crucial aquí es cómo saber que un suicido voluntario lo es, no una forma camuflada de suicidio forzado.
Tantas veces la persona cree que lo ha decidido y que es la mejor opción… Por ejemplo, los atentados
suicidas por motivos religiosos o políticos muchas veces podrían parecerlo. No obstante, ¿cómo está su
mente? ¿Sabe realmente lo que está haciendo? ¿Obedece ciegamente una consigna exterior, a una
compulsión interior? Como sucede en los casos de suicidio asistido, la persona tendría que mostrar de un
modo fehaciente y lúcido, con la suficiente persistencia, su decisión libre y consciente de recurrir al
suicido. Ellos y ellas, así de claro lo vieron. Pero se trata de un tema difícil, en el que generalizar es
todavía más arriesgado. Salud.